PARA QUE CREAN Dr. F. J. May y Dr. H. Lynn Stone Sección III – El Señor reina por medio de Su pasión (Juan 18 -21) Conferencia 6, El Señor Y La Cruz Que Le Cargó (Juan 19:17-37)

Introducción – La crucifixión (Juan 19:17-18)

Juan no da algunos de los detalles sobre la crucifixión del Señor que menciona los sinópticos. Por ejemplo, él no menciona el hecho de que Simón de Cirene cargó la cruz (Mateo 27:32).

Más bien, él brevemente dice, “Y cuando llegaron a un lugar llamado Gólgota, que significa: Lugar de la Calavera, …Entonces crucificaron con él a dos ladrones, uno a la derecha, y otro a la izquierda”.

Uno de los principales diseños de la muerte por crucifixión era la visible humillación. La desnudez de la víctima era expuesta a todos los espectadores en un lugar público. En las afueras de Jerusalén uno de los caminos principales que llevaban a la ciudad, era un lugar, que en hebreo

o arameo, era llamado “Gólgota”. La traducción al latín es “Calvario”. La palabra significa “el lugar de la calavera”, y probablemente fue nombrado así debido al uso regular que los romanos le daban como lugar de castigo, por crucifixión, para los delincuentes comunes.

William Hull da una breve descripción de la costumbre del castigo romano por medio de la crucifixión (pág. 358).

La crucifixión fue diseñada no sólo para exponer a la víctima desnuda ante la vergüenza pública sino para inducir muerte por tortura física lenta. Puesto que ningún órgano vital era dañado cuando el cuerpo era clavado o atado al árbol, la muerte normalmente llegaba después de varios días como resultado de un hambre insoportable, sed, músculo acalambrados y traumatismo. Era tan repulsiva esta prueba que Roma sólo la reservaba para los esclavos y extranjeros. En Palestina era comúnmente usada para castigar el robo y sedición. Por consiguiente, cuando “crucificaron” a Jesús “y con él otros dos”, esto era a toda apariencia exterior sólo otro recordatorio mesurado del poder de Roma. Ninguna descripción es dada en Juan de los “otros dos” (cf. Lucas 23:39-43), enfocando su atención completamente en Jesús en el medio de “ellos”.

A. La inscripción en la cruz

Juan 19:19-22

“Escribió también Pilato un título, que puso sobre la cruz, el cual decía: JESÚS NAZARENO,REY DE LOS JUDÍOS. Y muchos de los judíos leyeron este título; porque el lugar donde Jesús fue crucificado estaba cerca de la ciudad, y el título estaba escrito en hebreo, en griego y en latín. Dijeron a Pilato los principales sacerdotes de los judíos: No escribas: Rey de los judíos; sino, que él dijo: Soy Rey de los judíos. Respondió Pilato: lo que he escrito, he escrito”.

         1. La inscripción El “título” era “un listado de los crímenes cometidos por el condenado y era pegado a la cruz” (Morris, pág. 806). Pilato insistió aquí, así como lo hizo a lo largo de los procedimientos judiciales, que no había realmente ninguna causa para enviar a este hombre a la muerte. Algunos estudiosos sienten que la inscripción “Jesús nazareno, Rey de los judíos” era un tipo de
         2. “venganza mordaz contra aquellos que lo ha bían empujado a consentir la ejecución de Jesús” (Morris, pág. 807).
         1. El motivo de la inscripción Puesto que el Gólgota estaba localizado junto a un camino muy frecuentado que estaba cerca de la ciudad de Jerusalén, muchas personas eran testigos de los eventos repugnantes. Pilato quiso asegurarse que todos los que podían leer entendieran las palabras de la inscripción. Por consiguiente, estaba escrito en los tres lenguajes que prevalecían en esa parte del mundo en esa época, el hebreo o arameo era el idioma de Palestina; el latín era el idioma oficial del gobierno romano; el griego era el idioma comúnmente hablado a lo largo del imperio romano.
         2. Los judíos estaban enfurecidos porque decían que era Jesús el que realmente decía ser un rey einsistían para que Pilato cambiara la redacción para que dijera, “ÉL DIJO” que Él era el rey de los judíos. Sin embargo, Pilato era inexorable con respecto a lo que él había escrito. Así que a lo largo del área tanto ciudadanos como viajeros llegaron a saber sobre “la crucifixión del Rey de los judíos”.
   1. El significado de la inscripción Sin importar cual fuera la razón por la cual Pilato escribiera la inscripción, Juan usa el mensaje para forzar a los lectores de su evangelio a considerar la realeza de Cristo aun ant e Su muerte. ¡Qué maravillosos son los caminos de Dios! Incluso ésos que juntos conspiraron para crucificarle se vieron proclamando que Jesús eran su Rey.

B. Los soldados al pie de la cruz

Juan 19:23-24

“Cuando los soldados hubieron crucificado a Jes ús, tomaron sus vestidos, e hicieron cuatro partes, una para cada soldado. Tomaron también su túnica, la cual era sin costura, de un solo tejido de arriba abajo. Entonces dijeron entre sí: No la partamos, sino echemos suertes sobre ella, a ver de quién será. Esto fue para se cumpliese la Escritura, que dice: Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes. Y así lo hicieron los soldados”.

   1. La distribución de la ropa Era de costumbre para los soldados que cumplieron con la mórbida tarea de una crucifixión reclamar la ropa de la víctima. Después de la distribución inicial de los artículos separados, todavía quedaba una pieza de vestir. La “túnica” o JITÓN era “una túnica, una prenda interior, normalmente llevada cerca de la piel” (Thayer , pág. 669). La que Cristo llevaba era inconsútil y “de un solo tejido de arriba abajo” de un estilo similar al que llevaba el sumo sacerdote (Véase, Josefo, Antigüedades, III, 161). Para no cortar la túnica los soldados echaron suertes para ver quién se la quedaría.
   2. El cumplimiento de la Escritura Juan cuidadosamente señala que esta acción de los soldados era más que un simple momento rutinario de la historia. De hecho, fue profetizado por el Salmista cuando él mismo se encontraba en tales aprietos terribles y bajo la inspiración del Espíritu Santo él escribió las palabras del Salmo veintidós.

Juan y los escritores sinópticos ven en estos actos un cumplimiento de las afligidas palabras de David, “Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes” (Salmos 22:18).

C. Los discípulos ante la cruz Juan 19:25-27

“Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena. Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa”.

1. Las mujeres y el discípulo amado Mientras que Juan específicamente hace mención de las cuatro mujeres al pie de la cruz, Marcos agrega que había “otras muchas que habían subido con él a Jerusalén” (Marcos 15:41). Probablemente, la hermana de la madre de Jesús sea la misma que “Salomé” y “María la esposa de Cleofas” la misma que “María la madre de Jacobo el menor y de José”, a las cuales Marcos se refería (Marcos 15:40).

Subsecuentemente, mientras que por un lado solamente un discípulo varón es mencionado por los escritores del evangelio que estaba presente a la hora de la crucifixión, por el otro lado, dos escritores diferentes mencionan por lo menos cuatro mujeres que estaban presentes. Solamente sería una conjetura decir que los otros discípulos varones estaban presentes en el momento. Más probablemente pareciera que debido al miedo que le tenían a los judíos los varones ya estaban en algún lugar secreto ocultándose de los alguaciles. Esto hace que la presencia del “discípulo amado” sea aun más notable.

La identidad del “discípulo a quien él amaba” ha sido debatida por los estudiosos durante siglos. Sin embargo, pareciera que hay muy buenas razones para decir que con toda certeza este discípulo amado era nada menos que el mismo autor, Juan.

2. María es encomendada a Juan Aunque ahora el cuerpo de Jesús estaba desfigurado por el intolerable dolor, Él no falló en hacer provisiones para Su madre de la misma manera fiel en que Él se aseguró que los discípulos no fueran arrestados. En una escena profunda y paradójica de un pecado horroroso y de la tiernamisericordia del Señor encomendó a Su madre al cuidado del discípulo que sacó de Él la más grande compasión y el más afectuoso amor. Además, Él encomendó al discípulo amado con la responsabilidad de proveer para la mujer que estaba perdiendo a su primer hijo por medio de una cruel ejecución. El discípulo debía aceptarla como a su propia madre y ella debía aceptar al discípulo como a su propio hijo. Desde entonces Juan recibió a María en su propia casa y evidentemente proveyó para ella hasta su muerte.

D. La muerte del Señor en la cruz

Juan 19:28-30

“Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed. Y estaba allí una vasija llena de vinagre; entonces ellos empaparon en vinagre una esponja, y poniéndola en un hisopo, se la acercaron a la boca. Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu”.

1. “Sabiendo que ya todo estaba consumado” El hecho de que Jesús, de una manera inusual, “sabía” ciertas cosas, es un tema que recorre todo el evangelio de Juan. Jesús “sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién le había de entregar” (6:64). En referencia al Padre que le envió, Él dijo “y no he venido de mí mismo, pero el que me envió es verdadero, a quien vosotros no conocéis. Pero yo le conozco, porque de él procedo, y él me envió” (7:28, 29).

Más adelante cuando Él acusó a los judíos de no conocer al Padre, fuertemente aseveró, “Pero vosotros no le conocéis; mas yo le conozco, y si dijere que no le conozco, sería mentiroso como vosotros; pero le conozco, y guardo su palabra” (8:55).

Sin embargo, en el capítulo trece, Juan empieza a enfocar su atención en el conocimiento del Señor con respecto a Su muerte. Jesús sabía que “su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre” (versículo 1); Él sabía que “el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba” (versículo 3); “sabía quién le iba a entregar” (versículo 11); y dijo, “yo sé a quienes he elegido” (versículo 18).

Cuando Judas y la multitud vinieron a arrestar al Señor, Juan dice que “Jesús, sabiendo todas las cosas que le habían de sobrevenir, se adelantó” (18:4). Ahora que el Señor está en la cruz con la sombra de la muerte asechándole, Juan nos recuerda una vez más que los sucesos de ese día fatal no fueron eventos al azar en el curso de la historia humana. Más bien, Jesús sabiendo “que ya todo estaba consumado” se preparaba para rendirse a los brazos del Padre.

         1. “Tengo sed” Habiendo cumplido el propósito para el cual había venido al mundo y habiendo hecho provisión para Su madre, el Señor finalmente permite que Su humanidad exprese un deseo pasional y exclama, “tengo sed”. Pero en la más natural expresión de deseo humano Su voz musita palabras en perfecta armonía con la eternal Palabra “escrito está”.
         2. Su misma sed es el cumplimiento mesiánico de la experiencia profética del Salmista cuando dijo: “Me pusieron además hiel por comida, y en mi sed me dieron a beber vinagre” (Salmo 69:21). Anteriormente rehusó beber el vino mezclado que le haría calmar su dolor (Marcos 15:23; Mateo 27:34), ahora Él no vacila en tomar unas cuantas gotas de OXUS (“mezcla de vinagre y agua”, Thayer, pág. 449) de la esponja que había sido sumergida en una vasija que estaba cerca y se la llevaron a Él en un hisopo. La humedad prepararía Sus labios para Su grito final en la cruz.
   1. “Consumado es” Éste es el momento para que el cual Señor había nacido y la causa por la cual el Rey de gloria había venido al mundo (Juan 18:37). Ahora la Palabra, el LOGOS que “en el principio era Dios” y “era Dios” fue “hecho carne” (Juan 1:1, 14) en su máximo encuentro con la muerte.

Ahora la vida que era “la luz de los hombres” (1:4) que “alumbra a todo hombre, venía a este mundo” (1:9) brilla en la oscuridad del momento más triste de la miseria del hombre (1:5). Ahora el “Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29) está siendo “levantado” así como “Moisés levantó la serpiente en el desierto” (Juan 3:14; Números 21:8, 9).

Ahora la simiente de la mujer debe herir la cabeza de la serpiente (Génesis 3:15). Ahora el sacrificio de Edénico es inmolado para cubrir al desobediente hombre Adámico con la vestidura de rectitud del Hijo del Hombre (Génesis 3:21). Ahora el “carnero trabado en un zarzal” en el Monte Moriah fue ofrecido en lugar de Isaac (Génesis 22:8-13). Ahora el Cordero de la Pascua era sacrificado (Génesis 12:1 -13) para que la “sangre del nuevo pacto” pueda ser “derramada para remisión de los pecados” (Mateo 26:28).

Ahora Él creció como un “renuevo” y como “raíz de tierra seca” fue “despreciado y desechado entre los hombres” (Isaías 53:2, 3). Ahora Él lleva “nuestras enfermedades” y sufre “nuestros dolores” aun cuando hombre “le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido” (versículo 4). Ahora Él es “herido por nuestras rebeliones”, “molido por nuestros pecados”; “el castigo de nuestra paz” es “sobre él”, y, “por sus llagas fuimos nosotros curados” (versículo 5).

Ahora todos nos “descarriamos como ovejas” y “cada cual se apartó por su camino” y “mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” (versículo 6). Ahora Él es “angustiado” y “oprimido” (versículo 7) y “fue cortado de la tierra de los vivientes” debido a “la rebelión” de Supueblo (versículo 8). Ahora Él derrama “su vida hasta la muerte” y es “contado con los pecadores” (versículo 12).

4. “Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu”Aunque la muerte, como un espectro, estaba rondando a Jesús desde el momento en que Él había sido apresado por la multitud, la mortalidad no podía vencerle por su propia fuerza. En un último acto de Su propia divinidad, “inclinó la cabeza” en medio de ese dolor insoportable. La expresión “entregó el espíritu” (PAREDOKEN TO PNEUMA, literalmente, “entregado a Su espírit u”) nunca es usado con respecto a la muerte de cualquier otro hombre o mujer. Sólo Cristo que “había venido de Dios” y ahora tenía que “volver a Dios” era capaz de verdaderamente “entregar su propia vida”. Ningún hombre podría tomar Su lugar.

E. El testigo de la cruz

Juan 19:31-37

“Entonces los judíos, por cuanto era la preparación de la pascua, a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz en el día de reposo (pues aquel día de reposo era de gran solemnidad), rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados de allí. Vinieron, pues, los soldados, y quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro que había sido crucificado con él. Mas cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas. Pero uno de los soldados le abrió costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua. Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis. Porque estas cosas sucedieron para que se cumpliese la Escritura: No será quebrado hueso suyo. Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron”.

   1. Los soldados no rompen sus piernas Ordinariamente la muerte por crucifixión era una prueba muy largo y tormentosa que a veces duraba hasta dos o tres día s. Puesto que los judíos no querían manchar el día santo dejando un cuerpo en la cruz (Véase Deuteronomio 21:23), ellos pidieron permiso a Pilato para que las piernas de las víctimas rotas para que llegara la muerte más rápidamente y los cuerpos pudieran ser removidos. Sin embargo, después de haber roto las piernas de los dos delincuentes, cuando ellos vinieron a Jesús, viéndole “ya muerto” ellos “no le quebraron las piernas”.
   2. Su costado es traspasado Cuando uno de los soldados vio que Jesús ya estaba muerto, posiblemente y simplemente debido a algún tipo de placer mórbido, él empujó una lanza en el costado de Jesús, y como Juan anota, “y al instante salió sangre y agua”. Juan refuerza la realidad de este fenómeno asegurando que “el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero”.
   3. “Para que vosotros también creáis” Juan da una indicación superficial de algo que él tocará en el próximo capítulo – es decir, que su propósito principal al decir estas cosas es que el lector pueda creer.

Aun después de la muerte del Señor se manifiesta un doble testimonio ante la cruz. Primero, aunque a los judíos se les había concedido todo el permiso para seguir adelante, los soldados no rompieron las piernas de Jesús para que se cumpliera lo que había sido profetizado, “El guarda todos sus huesos; ni uno de ellos será quebrado” (Véase Salmo 34:2). Segundo, aunque Jesús ya estaba muerto uno de los soldados metió su lanza en el costado del Señor para que los Escritura pudiera cumplirse “y mirarán a mí, a quien traspasaron” (Zacarías 12:10). Juan ve en esto un doble testimonio, una verdad profética fortalecida que nos es dada para que nosotros pudiéramos creer.

Conclusión

En ningún otro lugar se hace evidente que el Señor reina por medio de Su pasión más que en la misma cruz que elevó a Jesús. Primero, aunque los judíos presentaron acusaciones de traición al César, y, Pilato se mofó del mismo pensamiento de Su realeza, no obstante la inscripción sobre la cruz proclamaba a todo el mundo, en los tres idiomas de la campiña palestina, las cortes romanas y el mundo comercial romano diciendo: “JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS”.

Segundo, aunque los soldados romanos fortuitamente jugaron y echaron suertes al pie de la cruz, no obstante se cumplió lo que se había profetizado, “Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes” (Salmo 22:18).

Tercero, aunque el cuerpo de Jesús estaba desecho en esa agonía horrible de la cruz y aunque lamultitud le mofaba y le desdeñaba, no obstante Él vio con amor y compasión a Su propia madre natural y se aseguró que ella fuera cuidada apropiadamente por el discípulo amado por el resto de su vida.

Cuarto, incluso cuando la muerte estaba rondando sobre su segura presa, el Señor de la eternidad, sabiendo que ya había cumplido con el propósito por el cual Él había venido al mundo, fortalecido con unas gotas de vinagre y agua, exclamó, “consumado es” y “habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu”.

Quinto, aun después de que la muerte clavó sus dedos fríos en el cuerpo desnudo de Cristo, los soldados no siguieron la orden de su superior para romperle Sus piernas. Cumpliendo así la profecía de que ningún hueso de su cuerpo sería roto. Y, aunque uno de los soldados sabiendo que Él estaba muerto, insertó una lanza en Su costado, todos vieron al que ellos habían traspasado.

Incluso en Su condenación, Él demostró ser misericordioso. Incluso en una cruz delictiva, Él reinó en rectitud. Incluso cuando los hombres echaban suertes por Sus vestidos, Él pagó por sus pecados. Incluso cuando Él había sido abandonado por Sus mismos discípulos, Él se aseguró que Su madre nunca fuera desamparada. Incluso cuando Su propia desnudez había sido expuesta almundo entero, Él inclinó Su cabeza en reverencia antes de morir. Aun después de que la muerte sostuvo Su cuerpo, Él se aseguró que ni un hueso fuera roto y que daría testimonio por medio de su costado lacerado.

¡Incluso en Su propia muerte el Señor reinó como el Rey tanto de este mundo como del mundo venidero! 

Juan no da algunos de los detalles sobre la crucifixión del Señor que menciona los sinópticos. Por ejemplo, él no menciona el hecho de que Simón de Cirene cargó la cruz (Mateo 27:32).