PARA QUE CREAN Dr. F. J. May y Dr. H. Lynn Stone Sección III – El Señor reina por medio de Su pasión (Juan 18 -21) Conferencia 7, El Señor Y La Tumba Que Le Albergó (Juan 19:38 -42)
Escritura:
Juan 19:38-42
Después de todo esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero secretamente por miedo de los judíos, rogó a Pilato que le permitiese llevarse el cuerpo de Jesús; y Pilato se lo concedió. Entonces vino, y se llevó el cuerpo de Jesús. También Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, vino trayendo un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras. Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en lienzos con especias aromáticas, según es costumbre sepultar entre los judíos. Y en el lugar donde había sido crucificado, había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual aún no había sido puesto ninguno. Allí, pues, por causa de la preparación de la pascua de los judíos, y porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.
Introducción
Ningún reino terrenal ha sido establecido desde la tumba de un monarca. Con todo, tiene sentido que Dios haya escogido el sepulcro de Cristo para inaugurar el Reino de los Cielos. Es cierto que hubo manifestaciones del Reino antes de la muerte del Señor, pero Su muerte no fue la muerte de un rey. Su muerte fue la muerte del Hijo del Hombre, quien murió por los pecados del mundo. Fue desde esa tumba que Él “fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos” (Romanos 1:4). La tumba no representaba el final de su señorío. Su tumba era tanto la culminación de Su humanidad como la inauguración de Su Reino, ambas a la vez.
A. El Señor y los hombres que lo enterraron
1. José de Arimatea Los cuatro evangelios mencionan a este bienhechor del Señor que irrumpe abruptamente en la historia de la pasión. Nunca antes él había sido mencionado, y, nunca más es mencionado después de esto. Juan dice que era “discípulo de Jesús, pero secretamente por miedo de los judíos” (Véase también Mateo 27:57).
Tanto Marcos (15:43) como Lucas (23:51) dicen que él “también esperaba el reino de Dios”. Ambos autores también anotan que él era miembro del sanedrín (Marcos 15:43; Lucas 23:50), y Lucas va más allá explicando que éste “no había consentido en el acuerdo ni en los hechos de ellos” (Lucas 23:51).
Las mismas circunstancias que causaron que los discípulos, que habían proclamado abiertamentea Jesús, huyeran repentinamente de Él, tuvieron el efecto contrario en este José que sólo le seguía “secretamente”. Ahora él “entró osadamente a Pilato” (Marcos 15:43) y “, rogó a Pilato que le permitiese llevarse el cuerpo de Jesús” (Juan 19:38).
2. Nicodemo Ninguno de los escritores sinópticos hace mención de Nicodemo. Juan tiene el cuidado de señalar que él es el mismo miembro del sanedrín que había venido por la noche a Jesús. Juan también anota que en una reunión de los sacerdotes y los fariseos Nicodemo les dijo, “¿juzga acaso nuestra ley a un hombre si primero no le oye, y sabe lo que ha hecho?” (Juan 7:51).
Pero así como José, parece que Nicodemo no había sido afectado por la vida y el ministerio de Jesús al punto de estar deseosos de proclamarle públicamente como Señor. Su mente se centró en este mundo, como lo vemos en su ceguera sobre el verdadero significado de Señor acerca del “nuevo nacimiento”. “¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo?” preguntó. “¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer?” (Juan 3:4).
Pero ahora que está muerto el Señor habla, muy similar a lo que el escritor de hebreos dice sobre Abel, “y muerto aún habla por ella” (Hebreos 11:4). Nosotros no conocemos las circunstancias. No sabemos de dónde ni cómo él pudo haber visto la crucifixión. Pero a través del Espíritu de Dios, el cual ya estaba obrando en los corazones de José y Nicodemo, el Señor habló y ellos escucharon Su voz, proveyendo un funeral digno del Rey.
B. El Señor y las especias que lo ungieron
1. Las especias aromáticas de Nicodemo Ahora Nicodemo se une a su compañero en el funeral de Cristo trayendo aproximadamente cien libras romanas de “un compuesto de mirra y de áloes”. Puesto que la “libra” romana tenía sólo doce onzas comparado a la nuestra de dieciséis onzas, cien libras romanas serían el equivalente a setenta libras nuestras actualmente.
Según Leon Morris “era la costumbre poner especias de este tipo en las sábanas que redondeaban el cuerpo, así es que Nicodemo estaba cumpliendo con un simple gesto de cortesía” (página 825). Sin embargo, lo que era raro era la cantidad. Ésta no era la cantidad normal de ungüentos usados en un funeral.
A la misma vez, si todo el cuerpo hubiese sido cubierto con las especias aromáticas, las setenta libras no hubieran sido excesivas. En vez de ser la cantidad necesaria para un funeral común, ésta era la cantidad que se usaba en un funeral real. Puede ser comparada con el funeral del rey Asa (2 Crónicas 16:14).
Y lo sepultaron en los sepulcros que él había hecho para sí en la ciudad de David; y lo pusieron en un ataúd, el cual llenaron de perfumes y diversas especias aromáticas, preparadas por expertos perfumistas; e hicieron un gran fuego en su honor.
2. El ungüento de nardo de María de Betania Sin embargo, mientras los ungüentos de Nicodemo asegurarían un apropiado funeral judío como para un rey, esta no era la primera vez que Jesús había sido ungido para su funeral. Juan anota anteriormente que cuando Jesús vino a Betania, “María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume” (Juan 12:3). Cuando los discípulos se quejaron del exceso, “Entonces Jesús dijo: Déjala; para el día de mi sepultura ha guardado esto” (versículo 7).
Mateo incluso va más allá explicando
Y estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, vino a él una mujer, con un vaso de alabastro de perfume de gran precio, y lo derramó sobre la cabeza de él, estando sentado a la mesa. Al ver esto, los discípulos se enojaron, diciendo: ¿Para qué este desperdicio? Porque esto podía haberse vendido a gran precio, y haberse dado a los pobres. Y entendiéndolo Jesús les dijo: ¿Por qué molestáis a esta mujer? Pues ha hecho conmigo una buena obra. Porque siempre tendréis pobres con vosotros, per a mí no siempre me tendréis. Porque al derramar este perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura. De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella (Mateo 26:6-13).
La redacción de Marcos es ligeramente diferente. “Esta ha hecho lo que podía; porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura” (Marcos 14:8). Pero el significado es el mismo.Mateo simplemente dice que ella “derramó” el ungüento (MÚRON) en Él, que mientras Marcos usa la forma verbal de ungüento (MURÍZO), o, ella “unge”.
En ambos casos (cf. también Lucas 23:50-56) Jesús vigorosamente afirma que la acción de María es unción bendecida para Su sepultura. Era un “derramamiento” de unción sobre Su muerte. Y como las especias de Nicodemo, también era un regalo digno, el costo estimado era de 300 denarios aproximadamente, que sería el equivalente al salario anual de un obrero común en el mundo de hoy. Además, Jesús les dijo a los discípulos que dondequiera que el Evangelio fuera predicado esta unción de María sería contada.
3. El significado eterno de que Cristo haya sido ungido para sepultura No podemos volver a los ejemplos anteriores para encontrar el verdadero significado de la unción del Señor para su sepultura. Es cierto que otras personas han recibido ungüentos más extravagantes sobre sus cuerpos inertes. Probablemente hayan habido otros rituales religiosos en los cuales personas vivas fueron ceremoniosamente ungidas antes de morir como sacrificio a un dios en particular. O las crónicas de la historia puedan revelar que en alguna ocasión un mortal fue proclamado dios mientras vivía y le fue dada una extravagante preparación para su muerte.
Pero nunca otro terrícola ha sido ungido tan extravagantemente para el sepulcro que había de ser la plataforma para la coronación del Reino. Fue por medio de Su tumba que Jesucristo entró a la fase más gloriosa de Su Reino en la tierra. Desde el sepulcro el Señor empezaría Su reino.
Por consiguiente, el verdadero significado de que el Señor haya sido ungido para sepultura, debe encontrarse en la Escritura misma. Considere los dos ejemplos dados por Dios a Moisés en el fuego abrasador del Monte Sinaí
Habló más Jehová a Moisés, diciendo: Tomarás especias finas: de mirra excelente quinientos siclos, y de canela aromática la mitad, esto es, doscientos cincuenta, de cálamo aromático doscientos cincuenta, de casia quinientos, según el siclo del santuario, y de aceite de olivas un hin. Y harás de ello el aceite de la santa unción; superior ungüento, según el arte del perfumador, será el aceite de la unción santa. Con él ungirás el tabernáculo de reunión, el arca del testimonio, la mesa con todos sus utensilios, el candelero con todos sus utensilios, el altar del incienso, el altar del holocausto con todos sus utensilios, y la fuente y su base. Así los consagrarás, y serán cosas santísimas; todo lo que tocare en ellos, será santificado (Éxodo 30:22-29).
Dijo además Jehová a Moisés: Toma especias aromáticas, estacte y uña aromática y gálbano aromático e incienso puro; de todo en igual peso, y harás de ello el incienso, un perfume según el arte del perfumador, bien mezclado, puro y santo. Y molerás parte de él en polvo fino, y lo pondrás delante del testimonio en el tabernáculo de reunión, donde yo me mostraré a ti. Os será cosa santísima (Éxodo 30:34-36).
Así Dios dijo a Moisés “ungirás el tabernáculo” con el “aceite de la unción santa” y pondrás “el incienso” “delante del testimonio en el tabernáculo de reunión, donde yo me mostraré a ti”.
El escritor de Hebreos explica que éstos “sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales” porque Dios dijo a Moisés “haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte” (Hebreos 8:5). El ungir de Jesús para su sepulcro era ungir el verdadero tabernáculo que fue “hecho carne” y “habitó en nosotros” y “vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre” (Juan 1:14).
C. El Señor y el sepulcro que le albergó
1. El sepulcro Debido a la pronta apr oximación del día de reposo (“el día de la preparación judía”) el sitio escogido para el sepulcro del Señor estaba en un jardín muy cerca del lugar de la crucifixión. Jesús fue puesto en la tumba que pertenecía a José (Mateo 27:6) la cual era “sepulcro nue vo, en el cual aún no había sido puesto ninguno” (Juan 19:41). Cumpliéndose así la profecía del profeta Isaías “y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte” (Isaías 53:9). Leon Morris describe que, “las tumbas normalmente eran excavadas de roca firme y selladas con piedras pesadas. La piedra de la abertura tenía que rodar hasta terminar justamente en la abertura” (página 826).
2. La importancia de la tumba Esta tumba que perteneció al rico, miembro del sanedrín, en la cua l ningún cuerpo había sido puesto es muy significativa. William Hull explica que, “el hecho de que nadie había sido puesto en esta tumba tallada de piedra la hizo especialmente conveniente para que Jesús la usara ya que la ley judía prohibía que los delinc uentes ejecutados fueran sepultados en las tumbas familiares” (página 362).
Así, en la muerte y en el sepulcro de Jesucristo Su señorío fue proclamado. Los discípulos que anteriormente le habían seguido en secreto y en miedo ahora le seguían valientemente y reclamaban Su cuerpo. Incluso en Su muerte Él es ungido como el Tabernáculo Celestial venido a la tierra y donde Dios ahora se reunirá con la humanidad. Aunque Él había sido ejecutadocomo un delincuente común por los soldados romanos, no obstante Él f ue puesto en una tumba propia de un Rey.
Ningún reino terrenal ha sido establecido desde la tumba de un monarca. Con todo, tiene sentido que Dios haya escogido el sepulcro de Cristo para inaugurar el Reino de los Cielos.