PARA QUE CREAN Dr. F. J. May y Dr. H. Lynn Stone Sección III – El Señor reina por medio de Su pasión (Juan 18 -21) Conferencia 8, El Señor Y Los Discípulos Que Creyeron En Él (Juan 20:1 -29)

A. Las apariciones de Cristo después de la resurrección

Cada uno de los escritores de los evangelios tiene una perspectiva diferente del orden de los eventos después de la resurrección de Jesús. Podemos asumir que la razón para ello es que cada escritor tenía en mente un propósito específico que quería enfatizar. Ciertamente, este parece ser el caso del evangelio de Juan.

Leon Morris dice que, “Las diferencias entre los evangelios suman una demostración de que aquí tenemos la evidencia espontánea de testigos, no una repetición estereotipada de la versión oficial de la historia” (página 828). Por otro lado, existe cierto peso en nuestra manera de pensar occidental para poder reflexionar en términos de la secuencia de los eventos ocurridos después de la resurrección del Señor.

         1. El orden de los eventos después de la resurrección del Señor Resulta difícil establecer con certeza el orden exacto de los eventos después de la resurrección del Señor. C. I. Scofield nos da la cronología siguiente de una nota al calce sobre Mateo 28:1
         2. Al combinar las cuatro narrativas, el orden de acontecimientos en la mañana de la resurrección parecería ser el siguiente…Había tres mujeres, María Magdalena, María (la madre de Jacobo; Marcos 16:1; Lucas 24:10) y Salomé a las que siguieron otras mujeres que habían acompañado a Jesús desde Galilea (Lucas 23:55-24). Las tres hallaron que la piedra había sido movida por un ángel (Mateo 28:2). María Magdalena apresuradamente va al encuentro de Pedro y Juan acontarles lo sucedido. Éstos corren hacia el sepulcro (Juan 20:2-4). Mientras tanto, María la madre de Jacobo y las otras mujeres llegaron a la tumba, entraron y vieron ángeles que les aseguraron que Jesús había resucitado. Con temor y con gozo ellas salieron corriendo de la tumba para informar a los discípulos (Mateo 28:8). Pedro y Juan, llegaron al sepulcro, entraron, observaron y partieron (Juan 20:4-10). María Magdalena regresó a la tumba, se paró allí llorando y Jesús se le reveló (Juan 20:11-18). Mientras las otras mujeres iban camino a los discípulos, Jesús se les reveló (Mateo 28:9-10).
   1. Las apariciones, del Señor resucitado, en el Nuevo Testamento Además de las apariciones enumeradas en los evangelios, hay otras enumeradas por otros autores del Nuevo Testamento. En otra nota al calce en Mateo 28:9, Scofield enumera todas las apariciones de l Nuevo Testamento en la siguiente secuencia:

   1. A María Magdalena (Juan 29:14-18).
   2. A las mujeres que regresaban de la tumba con el mensaje de los ángeles (Mateo 28:8-10).
   3. A Pedro, probablemente durante la tarde (Lucas 24:32; 1 Corintios 15:5).
   4. A los discípulos de Emaús al anochecer (Lucas 24:13-31).
   5. A los discípulos, con Tomás ausente (Lucas 24:36-43; Juan 20:19-24).
   6. A los discípulos, con Tomás presente, el domingo siguiente (Juan 20:24-29).
   7. A los siete junto al Mar de Galilea(Juan 21:1-23).
   8. A los apóstoles y a “más de quinientos hermanos” (1 Corintios 15:6).
   9. A Jacobo, el medio hermano del Señor (1 Corintios 15:7).
  10. A los once (Mateo 28:16-20; Marcos 16:14-20; Lucas 25:33-53; Hechos 1:3-12).
  11. A Pablo, cerca de Damasco(Hechos 9:3-6; 1 Corintios 15:).
  12. A Pablo, en el Templo(Hechos 22:17-21; 23:11).
  13. A Esteban, en las afueras de Jerusalén (Hechos 7:55).
  14. Al Apóstol Juan en Patmos(Apocalipsis 1:10-19).

B. El descubrimiento de la tumba vacía

         1. María Magdalena descubre la tumba vacía (Juan 20:1,2) De acuerdo a Mateo 28:1, María Magdalena vino con la otra María a ver el sepulcro. Marcos añade que Salomé también les acompañaba (16:1) y Lucas parece indicar que también hubieron otras mujeres (24:10). Pero en cierto momento María Magdalena dejó a las otras mujeres.
         2. Juan parece indicar que María estaba sola al momento de llegar a la tumba, las otras mujeres probablemente venían detrás con más especias aromáticas. Aún en medio de la oscuridad ella podía ver que la “piedra había sido removida del sepulcro” e inmediatamente corrió a informar a los hombres, “Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto” (Juan 20:2).
   1. Pedro y Juan ven la tumba vacía (Juan 20:3-10) Aunque empezaron a correr juntos, pronto el joven Juan “corrió más aprisa…y llegó primero al sepulcro”. Mientras dudaba en entrar llegó Pedro e inmediatamente “entró en el sepulcro, y vio los lienzos puestos allí, y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte” (versículos 6 y 7).

Entonces el dudoso Juan entró en la tumba, la Palabra dice que, “vio, y creyó. Porque aún no habían entendido la Escritura, que era necesario que él resucitase de los muertos” (versículos 8 y 9). Estos son versículos muy significativos que muestran el valor de la experiencia personal en nuestro andar con Dios. Juan no creyó por lo que había leído en la Escritura; él creyó por lo que había visto.

Por supuesto, esto no retracta la importancia que tiene la Escritura en reforzar nuestra fe. Sin embargo, este verso hace hincapié en el énfasis temático de Juan, en el cuarto evangelio, de que las señales (los milagros) son dadas por Dios para que podamos “ver y creer”.

C. La primera aparición de Jesús a María Magdalena (Juan 20:11-18)

1. El antecedente de María Magdalena Mientras que los otros evangelios presentan a María en las primeras etapas de sus narrativas (por ejemplo en Lucas 8:2,3). Esta es la primera mención que Juan hace de ella, aparte de enumerarla entre las mujeres que estaban al pie de la cruz del Señor. Pero agrupando su historia, es maravilloso observar como el Señor la escogería para ser la primera persona a la que Él aparecería después de Su resurrección.

El Dr. William Hull, en su comentario acerca del evangelio de Juan, da un excelente resumen del significado de esta aparición (páginas 363, 364).

Muchas son las razones por lo cual es sorprendente ver a María jugando este papel crucial en el clímax del cuarto evangelio. En el mundo judío del primer siglo, el testimonio de una mujer no siempre era altamente creíble, siendo considerado inferior al de un varón (Lucas 24:11). De cualquier forma, por lo menos dos o más testigos se necesitarían para establecer la autenticidad de tan increíble informe (5:31-32; Deuteronomio 19:15; Marcos 14:55-56). El hecho de que María era galilea de Magdala, un pueblo notoriamente malvado tanto que los rabinos después le atribuyeron su caída al libertinaje del mismo, no aumentaría la credibilidad de su testimonio en Jerusalén. Lo más dañino de todo, quizás, era su historia de haber sido poseída por siete demonios (Lucas 8:2), una aflicción psicológica tan severa que, aunque parecía curada, su salud mental podía fácilmente ser llevada a consideración por el impresionante informe de haber visto a un hombre muerto vivir nuevamente.

Tomando todas estas sugerencias juntas, parecieran sugerir que las noticias más importantes en la historia espiritual de la humanidad fue primeramente confiada a la que, de acuerdo a las normas humanas, era la menos calificada para proclamarla. Puede que la intención del capítulo anterior sea un contraste implicado a la estructura jerárquica del poder judío y romano que desdeñosamente se mofaban de Jesús como “Hijo de Dios” (19:7) y “Rey de los judíos” (19:19). Lo que ni un sumo sacerdote ni un gobernador pueden entender por medio de sus elaborados procedimientos de jurisprudencia, Dios se lo permitió a una simple mujer para que ella lo descubriera cuando los discípulos principales estaban inmovilizados por la pena y la desesperación. La historia de María Magdalena llama al más humilde de los testigos a ser un heraldo de esperanza en un mundo atribulado por las decisiones irracionales de sus prestigiosos líderes.

         1. Los dos ángeles y María Magdalena Después de que Pedro y Juan regresaron a “los suyos”, María permaneció fuera de la tumba llorando. Cuando al fin vio hacia dentro, ella vio “a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto” (versículo 12).
         2. Sin saber de su origen celestial, ella entró en conversación con ellos. “Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto” (versículo 13).
   1. María se encuentra con el Señor resucitado Volviéndose de la presencia de los visitantes celestiales, María vio que Jesús estaba cerca pero ella no le reconoció. “Jesús le dijo: Mujer ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré” (versículo 15).

El Dr. Hull explica esto de la siguiente manera: “Aquí tenemos los más increíbles casos de identificación errónea que se hayan anotado. Debido a que María buscaba por un cuerpo inerte en vez de un Señor vivo, ella confundió al Señor con el siervo” (página 366).

Entonces Jesús le llamó por su nombre, “¡María!” No sabemos que fue lo que finalmente trajo el reconocimiento a su mente. Quizás haya sido el timbre de Su voz que le había dado paz después de haber reprendido a los siete espíritus inmundos (Lucas 8:2). Inmediatamente ella contestó “¡Raboni!”, que era la forma hebraica de dirigirse a un maestro. Evidentemente ella empezó aacercársele, tal vez asié ndose de Sus pies, y Él le dijo: “No me toques”, que literalmente puede significar “no continúes abrazándome”.

Luego el Señor le explica, “porque aún no he subido a mi Padre”. Aunque hay diferentes explicaciones sobre el significado exacto de esas palabras, la explicación más simple parece ser que Su misión terrenal no había sido completada todavía. Él todavía debía ascender al Padre, así que ella no debía continuar con su abrazo terrenal. Ahora su mente debía buscar la bendición espiritual que vendría después de la ascensión del Señor y la llegada del Espíritu Santo. Por lo tanto, Él le dice: “ve a mis hermanos, y diles: subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios” (versículo 17).

Resulta significativo observar que ahora el Señor se refiere a los discípulos como a “hermanos”. Juan observa cómo antes Él les llamaba “siervos” (Juan 13:16) y luego se refirió a ellos como a “amigos” (Juan 15:15). Pero ahora ellos son Sus “hermanos”.

D. Las apariciones de Jesús a los discípulos (Juan 20:19-29)

1. Las apariciones de Jesús a los discípulos (20:19-23) Aunque los discípulos habían escuchado de labios de Pedro y de Juan que el cuerpo de Jesús había sido removido, y de María Magdalena que ella había visto el Señor resucitado, todavía no creían. Debido a que ellos “temían a los judíos”, se habían reunido en una habitación con la puerta bajo llave, aparentemente para evitar que algún intruso o acusador entrara.

Nótese que Juan describe al grupo como “discípulos” y no como a “apóstoles”. Lucas también describe los acontecimientos del primer día de la semana. Después de que las mujeres fueron a la tumba vacía, y, después de la aparición de Jesús a María Magdalena (Lucas 24:1-12), Lucas describe la aparición, después de la resurrección, a los discípulos que iban camino a Emaús (Lucas 24:13-32). Después él describe la visita de éstos a Jerusalén y la aparición del Señor, parece casi seguro que ésta es la misma aparición puesto que Lucas cuidadosamente resalta que era el primer día de la semana (Lucas 24:1, 13, 33).

Y levantándose en la misma hora, volvieron a Jerusalén, y hallaron a los once reunidos, y a los que estaban con ellos, que decían: Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón. Entonces ellos contaban las cosas que les habían ac ontecido en el camino, y cómo le habían reconocido al partir el pan. Mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros. Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu. Pero él les dijo : ¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos? Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo. Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Y como todavía ellos, de gozo, no lo creían, y estaban maravillados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer? Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel. Y él lo tomó, y comió delante de ellos. Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras (Lucas 24:33-45).

Ambos escritore s enfatizan que Jesús inmediatamente dijo: “Paz a vosotros”, y prosiguió a mostrarle las cicatrices de la cruz para probarles que realmente Él era el Señor y no una visión. Sin embargo, Lucas da más detalles y dice que Él les mostró Sus manos y Sus pies, mientras que Juan relata que fueron Sus manos y Su costado. Sin embargo, es Juan el que habla de dos cosas importantes que Lucas omite.

Primero, “Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío. Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo” (Juan 20:22). A lo largo de Su ministerio, Jesús les había dicho una y otra vez que Él había sido enviado al mundo por el Padre. Ahora Él había completado Su misión terrenal.

Así como el Padre le había enviado al mundo, Él ahora les comisionaba para ir a todo el mundo. Tal como Dios sopló vida en el primer Adán que Él creó del polvo de la tierra, así el Señor ahora “soplaba vida” en el “cuerpo” del “segundo Adán”, hablándoles con palabras de aliento y poder, “Recibid el Espíritu Santo”. Este era solamente un preludio del acto de dotación de poder por medio del Espíritu Santo que vendría el Día de Pentecostés cuando el Espíritu se manifestaría como un viento recio en vez de un soplo de vida.

Segundo, Juan hace una observación de lo que el Señor dijo: “A quienes (AN TINON) remitiereis (AFETE) los pecados, les son remitidos (AFEONTAI); y a quienes se los retuviereis (KRATETE), les son retenidos (KEKRATENTA)” (versículo 23).

Es muy importante anotar los tiempos de los verbos que el Señor usa en esta porción. Los verbos “remitir” y “retener” están conjugados en el presente subjuntivo, indicando así una declaración condicional en el tiempo presente. Sin embargo, los dos verbos traducidos (“son remitidos” y “son retenidos”) son verbos conjugados en tiempo perfecto.

El tiempo perfecto es una acción que tiene su origen en el pasado pero continua teniendo resultados en el presente. Aunque suena un poco raro, una mejor traducción sería: “estos les han de ser remitidos” y “estos les han de ser retenidos”.

Por lo tanto, el Señor no estaba diciendo que los discípulos tendrían el poder o la capacidad para perdonar pecados o para retener pecados. Lo que en realidad estaba diciendo, después de haber soplado en ellos y de encomendarlos a recibir el Espíritu Santo, es que cuando ellos (Sus discípulos o la iglesia) digan que los pecados son perdonados por medio del poder del Espíritu, dichos pecados inmediatamente les serán perdonados por medio del poder de la cruz. Por otro lado, si la iglesia, por medio del Espíritu “retiene” pecados – o sea que la iglesia declare, por medio de la autoridad de la Palabra y por medio del poder del Espíritu, que hay evidencia de pecado – tal pecado será retenido (porque no se ha buscado el perdón por medio de la cruz de Cristo).

2. Las apariciones de Jesús a los discípulos, con Tomás presente La semana siguiente, el Señor se les apareció una vez más a los discípulos, esta vez Tomás, quien estuvo ausente anteriormente, estaba con ellos. Después de desearles nuevamente la paz, el Señor le dijo a Tomás: “Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente” (versículo 27).

Entonces, en vez de que Tomás tocara al Señor, él respondió: “¡Señor mío, y Dios mío!” (versículo 28). Jesús le contestó: “Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron” (versículo 29). 

Cada uno de los escritores de los evangelios tiene una perspectiva diferente del orden de los eventos después de la resurrección de Jesús.